Mito de la lucha de Ares y Hefesto por Afrodita.


Ares y Hefeto eran hijos de Zeus y Hera, dios y diosa del cielo, respectivamente.
Tras el nacimiento de Ares, el cual tenía un cuerpo precioso y una belleza innata, Hera, su madre, se decide a hacerle el mejor regalo posible por su nacimiento. La tarea de buscar el regalo preciso, es encomendada a Hermes, medio hermano de Ares.
En parte por su lealtad a Zeus, y también en parte por maldad,Hermes llevó finalmente al Olimpo a Afrodita, la encantadora diosa del amor y el deseo, que acababa de surgir del mar. Su belleza y su gracia hacían que fuera un tributo apropiado para el nuevo niño. La propensión de esta para generar estragos era un tributo igualmente adecuado aunque, al principio, tan solo Hermes sabía esto.
Durante la celebración de la fiesta de cumpleaños de Ares, Hermes dejó que Ares viera a la bella Afrodita y, aunque era sólo un niño, respondió con las señales inconfundibles de la más desnuda lujuria. En ese mismo momento, Hera se acordó de repente de Hefesto, su otro hijo que había estado viviendo bajo el mar, en el reino de Tetis, diosa del mar. En la fiesta, Tetis lucía un broche exquisito, y Hera, que lo codiciaba, exigió conocer a su creador. Con cierta renuencia, Tetis llamó a Hefesto al Olimpo. De esa forma, madre e hijo se vieron frente a frente por primera vez desde que el hijo fuera expulsado del cielo. Debido a que deseaba los tesoros que solo él era capaz de crear, Hera invitó a Hefesto a permanecer en el Olimpo. Después le preguntó qué deseaba como regalo para sellar esta reunión largo tiempo pospuesta, entre el hijo ofendido y la madre desconsiderada.
Tras ver el regalo que le habían dado a su hermano Ares, Hefesto no se lo pensó, y pidió a Afrodita como regalo. Aunque Zeus protestó al principio ante aquella mala combinación, Hera hizo caso omiso a su protesta; su devoción se había trasladado de Ares, el apuesto dios de la guerra, al inválido dios artesano capaz de hacer tantas cosas bellas.
En consecuencia, a Hefesto le otorgaron como regalo a Afrodita, mientras que su hermano Ares, traicionado, se arrastraba por el suelo gimiendo de odio y de rabia. Zeus se quedó mirando este hermoso niño cuyo corazón estaba volviéndose tan deforme como el cuerpo de su hermano, debido al dolor y la decepción. En un rapto de disgusto, Zeus gritó: «¡Odio! ¡Discordia! ¡Violencia! ¡Esos serán tus derechos de nacimiento! ¿Para qué otra cosa sirves?». Después de esto, salió apresuradamente del salón. El taimado Hermes se acercó entonces a consolar al airado niño que, de repente, exigió furiosamente que quería la tierra como derecho de nacimiento. Pacientemente, Hermes le explicó que la tierra no podía ser propiedad de ningún dios; que se pertenecía a sí misma. Pero Ares no estaba dispuesto a tolerar una nueva decepción. El joven dios de la guerra juró por la laguna Estigia que si le daban la tierra a algún otro lo desgarraría, lo mordería y lo cortaría en pedazos. Hermes lo oía y pensaba en quién pertenecería la tierra algún día. Pues en esta aurora del gobierno de los dioses la humanidad no había sido creada todavía.
0 Responses